Enfermedad de Parkinson
A nivel mundial la enfermedad de Parkinson (EP) es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente después de la enfermedad de Alzheimer. Un 10% de los casos de Parkinson se explican por factores genéticos y en el 90% restante no se llega a conocer la causa. Al igual que en otros países, varios estudios llevados a cabo en México han encontrado que el número de casos de la EP se incrementa con la edad. La enfermedad parece afectar más a hombres que a mujeres.
Se sabe que la EP es un trastorno producido por el deterioro y muerte de un tipo de células del cerebro. Estas células producen la molécula dopamina, que participa en la coordinación y generación de movimientos musculares. Se trata de un proceso crónico, progresivo y degenerativo que se enmarca dentro de los trastornos del movimiento. Su causa es desconocida, aunque probablemente depende de varios factores, principalmente de naturaleza genética y ambiental.
No existe una prueba capaz de distinguir esta enfermedad de otros trastornos con presentación clínica similar. Por lo tanto, el diagnóstico es principalmente clínico y se basa en un conjunto de preguntas, en el historial del paciente y en la exploración física. Los pacientes con esta patología tienen unos síntomas característicos, que son: lentitud en los movimientos voluntarios (bradicinesia), movimientos involuntarios (discinesia), rigidez en las extremidades, temblor en reposo y pérdida del equilibrio. El inicio puede ser asimétrico, es decir, algunos de los síntomas como la bradicinesia pueden aparecer inicialmente en una mitad del cuerpo, para extenderse a la otra mitad con el tiempo.
Aunque la enfermedad de Parkinson es en esencia, un trastorno del movimiento, las personas afectadas desarrollan con frecuencia otras alteraciones, incluyendo problemas mentales como depresión y demencia. Conforme avanza la enfermedad pueden aparecer alteraciones que incluyen el dolor, que evoluciona a una discapacidad grave que afecta a la calidad de vida de las personas afectadas, y a la de sus familiares y personas cuidadoras.
Rigidez en la enfermedad de Parkinson
Hace parte de los principales síntomas motores de la enfermedad. Consiste en la resistencia ofrecida por brazos y piernas cuando el médico trata de flexionar o extender dichas extremidades. Al principio esta rigidez puede no ser advertida por la persona afectada, describiéndola como un dolor a nivel del cuello, espalda u hombros, o incluso calambres musculares debidos a la postura estática y flexionada de las articulaciones. Esta rigidez suele ser más evidente en las zonas más alejadas de brazos y piernas (muñecas y tobillos) aunque también se observa en zonas intermedias (como codos o rodillas).
Cannabis medicinal en la enfermedad de Parkinson.
En la actualidad no existe ninguna cura para la enfermedad y solamente se tratan los síntomas de la misma. Además, uno de los principales tratamientos, la levodopa, que se emplea para suplir la deficiencia de dopamina, deja de ser útil al cabo de unos pocos años y causa movimientos descontrolados (discinesias) en los pacientes. Esto hace que sea necesario investigar nuevos compuestos que puedan proteger a las neuronas de la muerte causada por esta enfermedad y/o aliviar los síntomas de la misma.
Ante este panorama, ¿podría la cannabis ser útil en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson? Ya a finales del siglo XIX se describió el uso por primera vez en Europa de cannabis para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson por William Richard Gowers en su “Manual de las enfermedades del sistema nervioso” (A Manual of Diseases of the Nervous System. Philadelphia, Pa, USA: P. Blakiston’s Son & Co; 1888). Veamos cuál es la evidencia científica 130 años más tarde.
Los compuestos de la cannabis denominados cannabinoides (de los que se han descrito más de 100) actúan en nuestro cerebro al unirse a unas estructuras denominadas receptor CB1, presente principalmente en neuronas y responsable del efecto psicoactivo de alguno de estos cannabinoides, y receptor CB2, presente principalmente en las células de glía, responsables entre otras cosas de la respuesta inflamatoria. Estos receptores, junto a las moléculas endógenas que los activan (endocannabinoides) forman parte del sistema endocannabinoide, un sistema de comunicación intercelular presente en nuestro organismo.
Muchos de los cannabinoides tienen un gran potencial neuroprotector. Mediante su unión al receptor CB1 en neuronas pueden protegerlas de distintos estímulos dañinos. También tienen capacidad antiinflamatoria, mediadas por la unión al receptor CB2 de las células de glía. Y por último, pero no menos importante, los cannabinoides son importantes compuestos antioxidantes, protegiendo a las neuronas del daño causado por estrés oxidativo (muy importante en la enfermedad de Parkinson) de manera independiente de su unión a receptor, debido a su propia estructura molecular, o por la unión a otros receptores no cannabinoides, como los receptores nucleares PPAR que tienen actividad antioxidante. Esto se ha demostrado en numerosos estudios preclínicos (in vitro y en modelos animales de laboratorio) para distintas enfermedades como la enfermedad de Alzheimer, la corea de Huntington, la esclerosis múltiple o la esclerosis lateral amiotrófica, entre otras.
La zona de los ganglios basales, afectada en la enfermedad de Parkinson, cuenta con una gran densidad de receptores cannabinoides CB1, lo que tiene sentido dado que el sistema endocannabinoide tiene, entre sus funciones, la del control del movimiento, generalmente inhibiendo el mismo. La importancia del sistema endocannabinoide en esta estructura hizo pensar en el potencial que tendría la manipulación del mismo en la enfermedad de Parkinson. Se ha visto tanto en modelos animales de experimentación como en pacientes con párkinson que este sistema endocannabinoide se encuentra alterado en la enfermedad. Se ha descrito un aumento de receptor CB1 en las neuronas de los ganglios basales, un aumento del receptor CB2 en las células de glía responsables de la inflamación y un aumento del nivel de endocannabinoides. Esto se ha interpretado como una respuesta del organismo al daño causado por la enfermedad. Hay quien ha considerado al sistema endocannabinoide como un mecanismo de defensa cerebral innata.
Los estudios farmacológicos llevados a cabo en modelos animales han visto el potencial neuroprotector de aquellos compuestos con capacidad antioxidante, como el Δ9-tetrahidrocannabinol Δ9-THC, el principal compuesto psicoactivo del cannabis), el cannabidiol (CBD, el otro cannabinoide más importante, sin actividad psicoactiva) y la Δ9-tetrahidrocannabivarina (Δ9-THCV) y aquellos con capacidad antiinflamatoria mediante su unión al receptor CB2.
Desde el punto de vista de la evidencia científica en seres humanos se cuenta con múltiples series de casos que documentan los verdaderos beneficios de la cannabis medicinal en la enfermedad de Parkinson, no solo en la rigidez muscular, sino en otros síntomas motores y no motores como el trastorno de ansiedad y depresión concomitante, los trastornos del sueño y la fatiga crónica.
Autora: Dra. Ayleen Lubo Gelvez. Médica y Cirujana. Alta especialidad en Enfermedades Neuromusculares. Máster en Medicina del Sueño. Medical Specialist en Sativa Care.
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